En cierta ocasión a un empresario, que le iba bien en la
vida, dueño de varios restaurantes, decidió emprender una aventura en un país
lejano, en Australia. Lo decidió porque era un sueño que tenía por cumplir, lo
había deseado toda su vida y por fin decidió hacerlo realidad.
Vendió sus negocios a
personas que tenía trabajando pare él y partió hacia el lugar. Pasaron los años
en ese país lejano y no le fue bien, había perdido sus ahorros, se había
arruinado. No le quedaba más remedio que regresar España.
Al regresar volvió a ver a sus antiguos trabajadores, que
ahora algunos eran los jefes de sus negocios, y tuvo que pedirles trabajo,
comentándoles que había regresado de Australia arruinado.
El nuevo jefe le preguntó si se arrepentía de haber ido tan
lejos a probar suerte, cuando en España lo tenía todo, tenía dinero, calidad de
vida, y si lo volvería a hacer.
Este le contestó que habiendo sabido lo que le pasaría,
incluso así lo volvería a repetir. Que no se trataba de dinero, no se trataba
de calidad de vida, se trataba de cumplir un sueño, se trataba de intentar lo
que había deseado toda su vida, el resultado no era lo importante, lo
importante era la idea, el sueño, el estar tranquilo consigo mismo.
No podría llegar a viejo y decirse que no lo había
intentado, por mucho dinero que tuviera no estaría a gusto, le remordería la
conciencia.
Ahora podría comenzar de nuevo, habiendo cumplido su gran
sueño y estaría tranquilo. Lo menos importante era el resultado, lo fundamental
era haber cumplido su deseo.