jueves, 3 de noviembre de 2011

Cambiar de opinión

Recuerdo del instituto una frase de Joan Fuster, un escritor valenciano, que decía “Reivindiqueu sempre el dret a canviar d’opinió: és el primer que us negaran els vostres enemics” (Reivindica siempre el derecho a cambiar de opinión, es lo primero que te negarán tus enemigos).
De entrada, me resultó chocante. Es curioso que alguien con una personalidad fuerte defendiera el derecho a cambiar de opinión. A priori, una persona “fuerte” y segura de si misma no cambia de opinión: Tiene razón en lo que dice.
Con el tiempo he ido recordando este aforismo muchas veces. Y es sin duda, porque es de lo más sensato que he oído, porque es justo al revés: Una persona segura de si misma es aquella que es capaz de cambiar de opinión cuando cree que estaba equivocado sin hacer de ello un mundo.
El ser humano tiene una tendencia innata a creer que lo que ha hecho en el pasado era correcto. Por un lado, es un proceso completamente imprescindible para poder existir y aprender cosas nuevas (si cada día tuviéramos que reflexionar todo lo que hacemos desde cero, seríamos incapaces de realizar ninguna tarea compleja o tener relaciones sociales). Es algo que nos pasa a todos de forma inevitable. Se llama consistencia a este hecho. Cambiar de opinión no es fácil, porque implica aceptar que algo que en otro momento creías que era correcto (y actuaste en consecuencia!) no lo era.
Los seres humanos tienen diferentes grados de consistencia. Cuanto mayor es, más conservadora suele ser esta persona en cuanto a ideología y “miedo al cambio”, dicho de una forma genérica. Las religiones explotan este hecho de una forma muy profesional: Una vez tomas una serie de malas decisiones debido a una religión, dejar de ser creyente es cada vez más difícil debido a las “malas” decisiones que tendrías que aceptar haber tomado en el pasado.
Del mismo modo, cuanto más consistencia tiene una persona, más le costará hacer autocrítica y más difícil le será cambiar sus hábitos o su estilo de vida.
La forma de innata de aprender para el ser humano se basa en dos cosas: prueba-error e imitación. Imitamos lo que hacen otros, y vamos haciendo cosas mal hasta que aprendemos. Este es el proceso natural por el que todo el mundo aprende cosas. No se puede aprender a hacer algo bien sin hacerlo mal primero. Quizá por eso a los adultos nos cuesta más aprender cosas nuevas: Nos da más miedo el ridículo que a un niño de 3 años.
Visto en retrospectiva, la capacidad de cambiar de opinión parece una gran virtud. Defender algo sólo porque es lo que hiciste hace tiempo o porque es un razonamiento que te funcionó en su momento, no hace que esto sea más correcto ahora, por mucho que sea una forma normal de pensar.
Para mejorar, tienes que darte cuenta de que cosas que hacías antes no eran correctas, y por tanto, cambiar de opinión respecto a como enfocar situaciones.
Así que, ya sabes: Reivindica siempre el derecho a cambiar de opinión, es lo primero que te negarán tus enemigos.

(Es una copia de un pensamieto de otra persona de otro blog,con algún cambio, mis disculpas)