jueves, 7 de mayo de 2020

DIONISIO


Te has ido como siempre has actuado.  En silencio.
Como todos los que hacen mucho y hablan poco.
Como lo que has hecho toda tu vida. 

Siempre te has enfrentado sólo a lo duro.
Agarrar el toro por los cuernos.
 Y la muerte no iba a ser menos.

En el momento cumbre de la vida
merecías contacto humano a tu lado,
pero el destino fue cruel e indeleble.

No hay nada que calme más el dolor supremo
que el contacto humano,
pero el destino estaba marcado.

Cuando se ha tenido una vida durísima,
la muerte no puede ser menos dura.
Hasta tú lo sabías.

La muerte te estaba esperando en soledad.  
Hasta en el detalle, lo sabías.
Con esa sabiduría que da el silencio.

Tú que hacías el trabajo y regalabas el premio.
Hasta el final nos diste una buena muerte.
Cómoda para los demás y dura para tí.  En soledad.

Tú, que saliste de tu pueblo solamente para crear una nueva vida,
con trabajo en el pensamiento  e ilusión contenida.
Tuvo que venir tu muerte de lo más lejano.

Tú, que solo te alejaste lo imprescindible, con vistas a tu Teleno,
sin perder tus orígenes, ni tu pueblo, de la mente.
Llegó la tragedia de un mundo al que eras ajeno.

Tú, que sólo querías estar en tu casa,
donde era el único sitio que te sentías seguro.
Te sorprendió la inseguridad  de la noche, en un lugar extraño.

No puedo más que agraderte todos,
y cada uno de los momentos vividos.
Lo que descubrí y aprendí contigo.

Yo hoy celebro tu vida. Una vida de un hombre bueno.
Con errores humanos y virtudes de hombre bueno.
Si existe justicia en algún mundo, alguien te la dará.