sábado, 6 de febrero de 2010

ERAMOS NIÑOS

Cuando era niño, recuerdo muy bien, las tardes de verano, y sacar las vacas al aflojar el sol, para llevarlas a pastar. Las vacas no eran mías, eran de un vecino, unos 60 años mayor que yo, de nombre Donato.
Yo estaba todo el día esperando ese momento, iba con mi palo, guiando las vacas, era el dueño y señor. Hablábamos de la vida, de la edad, de todo lo trascendente que pueden hablar dos seres humanos desde su ignorancia, y él, me traía algún cigarrito para fumar, cuando no, lo hacíamos con hojas de vid o cogíamos algún nido.
Una vez le pregunté:  “¿Qué darías tú por volver a ser un niño como yo?”, y me respondió que: “Todo lo que tenía”,y que, con los años volvería a conseguir lo mismo que tenía ahora”. Me resultó curioso y me hizo pensar. Y así, se me pasaban las tardes, plácidamente.
Pasó el tiempo, falleció mi amigo, me hice adulto y siempre me había preguntado como es posible que una persona de 70 años y un niño de 10, fueran amigos, fumaran a escondidas e hicieran alguna que otra travesura.
Al final después de tiempo, yo con treinta y tantos años, estaba en un bar hablando y tomando unas cervezas, con unas amigas adolescentes, y descubrí la respuesta. Les conté esta historia, y les pregunté:
"¿ Por qué una persona de 70 años le podía dar tabaco a un niño de 10, o hacer cosas que pudieran estar mal, o que no eran típicas de un adulto y un niño?" Ninguna me respondió, ninguna sabía la respuesta, a ninguna le importaba, y yo, les contesté:
"Es que los dos, éramos niños."
Movían la cabeza, no estaban de acuerdo, ponían caras de circunstancias y no me entendían. Me dí la vuelta y me dije para mí, en voz alta, y hablando solo, sin que me oyeran. Es verdad, en el fondo de nosotros mismos, siempre tenemos la misma edad.
La camarera que estaba cerca me dijo:" ¿Qué has dicho? ¿Querías algo?"
No, digooo sí. Ponme otra ronda de cervezas para todos, (para celebrarlo, invito yo), me dije.