Uno de los libros que he leído últimamente (El Cisne Negro, de Nassim
Nicholas Taleb) habla sobre la importancia de la casualidad y de lo mal que se
le da al ser humano aceptar la importancia de lo casual en nuestras vidas.
Curiosamente, la habilidad de buscar patrones es lo que nos ha permitido
sobrevivir como animales y llegar vivos como especie donde estamos. Si el ser
humano no fuera capaz de encontrar patrones con rapidez se hubiera extinguido
hace mucho tiempo. De hecho, somos “genios” intuitivamente en la búsqueda de
patrones. El problema de todo esto es que infravaloramos el poder de la
casualidad en muchos aspectos, y por tanto, sobrevaloramos nuestra capacidad
para predecir el futuro.
Puesto que a los seres humanos (yo el primero!) nos encanta crear patrones y
predicciones, nos gustan los modelos “regulares”, tipo campana de Gauss. Es
obvio: nos dan seguridad, tranquilidad y nos permiten tener una sensación de
control del entorno que nos facilita la vida. Lo preocupante del asunto es que
esto no es más que una ilusión en muchos ámbitos: diría que, llevado al
extremo, puede ser algo parecido a una religión: Algo que te crees solo porque
te facilita la vida.
La economía es probablemente el campo donde más salvaje es este salto. Es
brutal ver como los expertos aciertan o fallan en sus predicciones de forma
sistemática, y que estudiando a posteriori, siempre se encuentran miles de
causas y se crean teorías que expliquen lo que ha pasado. Sin embargo, cuando
sucede algo que vuelve a “reventar” el mercado, volvemos a achacarlo a algo
“impredecible”, no a un fallo estructural del modelo. Me parece cuanto menos
curioso. De hecho, si hay suficientes “pseudoexpertos” en un área determinada
de conocimiento, siempre habrá algunos que por puro azar acierten varias
predicciones consecutivas, y se conviertan en gurús.
El caso de la economía (algo de lo que habla mucho el libro, supongo que por
el pasado del autor) me parece especialmente llamativo porque es un tema serio
ya que tiene relevancia en la vida de mucha gente. Hay ejemplos muy curiosos
sobre el problema de tratar de predecir modelos reales (no gaussianos) con la
campana de Gaus, fundamentalmente que nos llevan a ignorar los hechos más
relevantes. Hay un ejemplo sobre esto que a mi me abrió los ojos.
Supongamos que somos un pavo. Es el día anterior a Acción de Gracias (o del
banquete que os apetezca). Nuestro dueño, que lleva meses alimentándonos en un
corral, cuidando de que no nos falte nada, deja la puerta abierta
accidentalmente. Tenemos la opción de escapar. El pavo piensa: Puesto que me ha
cuidado bien durante meses, debo quedarme aquí. Estoy mejor que en la calle. Al
día siguiente, el granjero lo mata y se lo come. Quizá su extrapolación, que es
perfecta con el patrón que conoce, no fuese del todo exacta. Más correcto sería
me alimenta durante meses y luego me mata y me come. Y con esta información
ahora es muy fácil crear un modelo que empuje al pavo a escapar, solo que es
algo que el no podía saber antes de que sucediese. Nosotros somos ese pavo en
muchas situaciones.
Ignorar los casos extremos para calcular una media (que básicamente es lo
que hace el pavo aquí) puede conducir a graves errores. El ejemplo de la crisis
actual tiene bastante que ver con esto.
Al fin y al cabo, para el cliente/accionista
es imposible saber exactamente lo que hace la empresa, y en general, una
empresa con mayores rendimientos va a parecer “mejor”. Ahora bien, no podemos
asumir que lo es solo por eso, si vamos a descontar el impacto de los eventos
“improbables” pero con mucho impacto. Y todo esto sin contar los eventos
“impredecibles” de verdad, que pueden hacer perder a empresas grandes
cantidades de dinero, pero que no se tienen en cuenta a la hora de calcular la
rentabilidad de una inversión.
Con toda la información que tenemos ahora (las famosas hipotecas NINJA etc)
es muy fácil “ver” que esto iba a pasar. A toro pasado todos somos Manolete,
que decía mi abuelo. Sin embargo, muy poca gente lo vio y de ellos, nunca
sabremos cuantos lo acertaron por casualidad (si buscas lo suficiente, casi
todo lo que ha pasado en la tierra se ha predicho. Decimos demasiadas cosas
sobre el futuro cuando lo desconocemos!).
En el caso de los bancos, su política (para ellos) ha acabado siendo
acertada. Han ganado más dinero durante mucho tiempo, y muchos de ellos han
sobrevivido con dinero público cuando han tenido que pagar las consecuencias de
sus decisiones. Sin embargo, esta tendencia a crear patrones “gaussianos” es
inherente al ser humano . La idea es que despreciar las situaciones poco
probables solo tiene sentido cuando su peso sobre la muestra es realmente
pequeño, no cuando pueden modificar gravemente el cómputo global.
Lo malo de todo esto es que es muy impredecible. Es imposible saber cual
será la próxima crisis, (o si saldremos de esta!) y en general, tendemos a dar
por supuesto muchas cosas solo por nuestra comodidad (como que el estado no va
a quebrar, que no vamos a entrar en guerra o que los expertos de muchos temas
saben realmente de lo que hablan cuando predicen el futuro). El consejo que se
puede sacar de esto es simple: No te expongas a estar en una situación lo
suficientemente mala si las previsiones de los demás se equivocan. El futuro es
muy difícil de controlar (y sino, que le pregunten a los millones de
divorciados), y lo mejor que puedes hacer al respecto es tener siempre una
buena dosis de escepticismo, y planificar las cosas con mucha flexibilidad. No
importa quién te diga algo respecto al futuro (sobre todo si es lejano,
predecir el horario del cine para el mismo día es bastante fiable): Siempre
puede estar equivocado. Lo mejor que puedes hacer es intentar que “nada” te
destroce la vida más allá de lo inevitable (desde luego, hay acontecimientos
impredecibles como que el planeta implote que van a tener bastante impacto en
la vida de todo el mundo, pero no todos los acontecimientos impredecibles son
tan inevitables, o sus consecuencias tan poco mitigables).
Lo curioso de esto es que el plan empresarial de muchas empresas es
directamente opuesto a esto. Quizá mi percepción de las cosas sea muy
filosófica, pero el fundamento de pedir todo el dinero posible por los
beneficios futuros me parece arriesgado, sobre todo cuando en la actualidad la
empresa genera mucho valor. Si el futuro es diferente a tus previsiones y el
hecho de que la empresa cierre resulta desastroso para mucha gente
(particularmente, para la gente que toma las decisiones) no le veo mucho
sentido. Vamos, que habría que dar un grado de confianza a los beneficios
futuros más moderado del que se suele emplear en muchos negocios si las
consecuencias de equivocarse van a ser muy graves. O quizá es que las
consecuencias no son graves y no les importa quebrar, en cuyo caso asumir
riesgos de este tipo para crecer más puede ir cobrando sentido.
Aplicado a nuestra vida, la idea sería simple:
Piensa que el futuro es más
impredecible de lo que parece, e intenta evitar ponerte en una situación en la
que algo improbable te destroce. Y no te obsesiones por ello, ya que es
impredecible.
(
Es una copia de un pensamiento de otra persona con pequeños cambios)
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