No se cambia nada desde que se nace, siempre ocupamos el mismo puesto en la
jerarquía de la vida, cambiamos solo
superficialmente, o sea, para la mayoría se cambia porque no vemos mas allá, pero si te quedas con lo
intrínseco, con lo que es, en si mismo, no se cambia nada. La naturaleza y la
genética te lo da todo, es como si la misma genética, la misma naturaleza , se
desarrollara con diferentes circunstancias y en diferentes personas, pero es
una sola cosa, que se desarrolla en diferentes personas, y esa cosa es la que
no cambia. El animal (por ejemplo el
perro o el gato) nada mas nacer ya tiene grandes diferencias,( e incluso en el
vientre materno), uno es perro y otro es
gato, eso es lo que va a ser cada uno. Gracias a lo que tiene, lo demás se
desarrolla. El niño que nace en África y muere de hambre por muy inteligente
que sea, la persona que nace con síndrome down por ejemplo, ¿que mérito ha
hecho él para merecerlo? Eso lo
distinguimos bien, pero ¿quién distingue lo que son las personas, en si mismas?
¿Quién distingue las diferencias ínfimas? las que siendo imperceptibles, van a
dar lo que es cada uno, y que nos achacamos a nuestra personalidad? ¿Quién distingue en el óvulo recién fecundado, en el embrión, lo que va a ser cada uno? Eso es
más difícil.
En clase, de niño, el que se aburre y no le gusta, tendrá un
trabajo que le aburre y no le gusta, el
que atiende y le gusta, trabajará en algo que le gusta, el que odia la clase,
tendrá trabajos y los odiará. Estamos
marcados desde hace varias generaciones, nos creemos que nuestra voluntad y
nuestro destino lo forjamos nosotros. ¡Qué complejo de superioridad tenemos,
cuando nos va bien en la vida! No merece
casi la pena ni hablar, porque nos creemos demasiado importantes, como para
admitir que la mayoría de lo que somos, nos viene dado. Como decía Albert
Einstein: “No tiene importancia lo que soy o lo que he hecho, porque no ha sido
mérito mío”.